AMBIENTE LABORAL: DE ALICIAS EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS Y DE PLUMEROS A LA VISTA (PRIMERA PARTE)

“El buen ambiente de trabajo, como todo lo bueno en la vida,
descansa sobre los hombros de quienes debemos
conseguirlo -todos, sin excepciones-. Deben ser los hombros
de personas confiadas y fuertes. Y lo serán, precisamente,
por su espíritu crítico y combativo, por sus nobles ideales
y por su compromiso con todo aquello que hace bueno
al ser humano y a sus obras.”

Emilio M.


Debo pedir, lo primero de todo, disculpas por lo que se va a encontrar el lector. Hay ciertos temas que, por su especial naturaleza y configuración, exacerban mi espíritu crítico y despiertan ese punto de ironía que saco ante asuntos en los que pecamos clamorosamente de incoherentes.

Porque al hablar de ambiente laboral (del buen ambiente, se sobreentiende) lo hacemos con un cierto DISTANCIAMIENTO, como cuando tiramos alguna cosa al suelo sin querer y soltamos la socorrida frase de “¡Se ha caído…!”, como dando a entender que esa cosa iba tan tranquilamente por el borde de una mesa y se hubiera resbalado ella solita. Igualmente, cuando hablamos del (buen) ambiente laboral, lo hacemos como si fuera algo que no depende de nosotros, sino de los demás. ¡Cómo se nos ve el plumero…! Este tema es el típico del que todos hablamos en los corrillos donde MUCHO SE DICE (muchas veces con negatividad) y POCO SE HACE (que sea para bien, claro). Lo tratamos –como otras tantas cosas- huyendo del innegable PROTAGONISMO que nos obliga por el simple hecho de ser participes de actividades que se hacen en grupo; esas actividades en las que nos tenemos que “mojar” para conseguir las mejores -aunque más difíciles- posibilidades.

Son muchísimos los casos en los que, hablando del tema (con personas de cualquier nivel en la empresa o con candidatos en procesos de selección) se me menciona este aspecto como UNO DE LOS MÁS VALORADOS Todo el mundo se quiere subir al carro de esas empresas en las que, por arte de magia, existe buen ambiente laboral… ¡para luego comprobar lo poco que se hace al respecto -o, incluso, la negativa aportación que se hace!-.

Es bien cierto que cuanto mayor es el nivel de responsabilidad y la capacidad de decisión de una persona dentro del equipo humano, mayor será también la posibilidad que tiene de influir en su mejora (o en su empeoramiento). En última instancia, el directivo de mayor nivel es, a su vez, quien más puede hacer por conseguir, finalmente, un buen ambiente de trabajo.

Pero de ahí a dejar en manos de ese máximo directivo la posibilidad de su existencia es un craso error y una intolerable irresponsabilidad por parte del resto de integrantes de un equipo. En primer lugar porque el ambiente laboral es un BIEN COMÚN, a la vez que la suma de todas las aportaciones individuales. Y en segundo lugar, porque, independientemente de nuestra posición en la jerarquía de la empresa, todo lo que sea beneficioso para las personas y no sea pernicioso para la estabilidad empresarial, se debe pedir -y, si es necesario, exigir- con la mayor de las tranquilidades y contundencias. Es NUESTRA RESPONSABILIDAD. No podemos “esconder la mano” porque la escondan los demás, por muy alto que estén en la jerarquía y por muy cogida que tengan la sartén por el mango. Y no nos engañemos: sin una mayoría de aportaciones positivas jamás habrá buen ambiente en el lugar de trabajo, por mucho que haga el gerente. Es más, solo cuando se MOVILIZA E IMPLICA una gran mayoría de la plantilla se puede hablar de un ambiente laboral excepcionalmente bueno y enriquecedor.

Emilio Muñoz
Soluciones reales de gestión para la empresa

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